domingo, 27 de marzo de 2011

La Virgen de la charca y los caminos

La historia aconteció en las inmediaciones de la plaza Sandino de Santa Clara. Hace alrededor de 25 años, algunos transeúntes que utilizaban un atajo para ir y venir del por entonces cercano “Mercado paralelo”, se percataron de las primeras señales de un portento: en las orillas de una cañada que cruzaba el camino, removida por un tractor, había comenzado a emerger de la tierra, de entre la vegetación, unas grandes manos de mármol. A medida de que fue despejada la tierra, fue quedando al descubierto, ante los ojos asombrados de los testigos, una imagen de la Virgen María monumental, tendida en el sendero, como si descansara a la sombra de la arboleda poco transitada. Roto, y ennegrecido por la tierra y los hongos del tiempo, el rostro de la virgen recordaba a una inmaculada pintada por Murillo: el bello semblante en éxtasis de una adolescente, entreabre los labios por la gracia, mientras eleva los ojos a un cielo añorado.

Por supuesto que después del susto y el asombro inicial, comenzaron las hipótesis que explicaban el hallazgo. Hasta se habló de un milagro y el barranco se llenó de flores y sirios votivos. Lo cierto es que a la vera de un riachuelo en Santa Clara había sido desenterrada una estatua de la virgen, como una de aquellas pétreas diosas paganas encontradas en los campos italianos del Renacimiento.

El revuelo provocado por el suceso no tardó en llamar la atención de las autoridades de la provincia y en poco tiempo el extraordinario descubrimiento tuvo una explicación lógica.

Antes de 1959, una imagen de la Inmaculada recibía y despedía a los viajeros de la ciudad. Adquirida por la asociación católica Las Damas Isabelinas, la escultura, de 3 metros de alto y 3 toneladas de peso, fue tallada en Italia en un bloque de mármol blanco. Ya en Santa Clara, fue ubicada al aire libre, cerca del antiguo aeropuerto de la ciudad, justo en el punto en que la carretera central, que venía desde La Habana, entraba en el pueblo. Su inauguración coincidió con el día de las madres de 1957. Mientras la virgen saludaba a todos los que llegaban y bendecía a los que emprendían el camino, algunos habitantes del pueblo aprovechaban su presencia para pedirle favores y arrojarle monedas.

En los años 60, la escultura fue retirada y abandonada en una zona no transitada. Al parecer, su peso y la humedad de los suelos en los que había sido dejada contribuyeron a que fuera hundiéndose lentamente en la tierra húmeda. Al pasar el tiempo, el lugar fue cubierto por la vegetación. Luego, la expansión de la ciudad pobló y dio un uso social a la zona. Cerca del lugar en el que la madre de piedra dormía, fueron construidas áreas de ventas agropecuarias. La misma naturaleza, la bullente cercanía de la ciudad y el paso de las personas fueron removiendo los terrenos y la figura comenzó a aflorar, hasta que un tractor se dispuso a trazar un camino.

Luego de ser hallada, la escultura fue guardada durante 11 años, hasta que en 1996 fue entregada a la Iglesia local, el día de la creación de la nueva diócesis de Santa Clara. Tiempo después, la imagen marmórea de la Virgen María, inmaculada y en éxtasis —como una vez también la pintó Murillo—, fue emplazada en la entrada principal de la Catedral santaclareña, finalizando así su solitario y silencioso viaje de consagración.

Fotos: Lester Vila

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